Testimonio de Jaime Vales
Desde que nací, se me ha exigido mucho de forma que todo lo que debiera hacer tenía que acercarse a la perfección o aspirar siempre a ella. Esto me llevo a tener ideales muy altos en la vida. En mi casa lo máximo que se exigía era ir a misa los domingos, lo cual no me costaba, pues había que ir todos en familia y no existía forma de escaquearse.
Ahora que voy mirando mi pasado me doy cuenta de que Dios ha estado siempre a mi lado, y todo cuanto he vivido ha sido don, regalo, de Dios. Siendo yo muy pequeño fui durante algún tiempo con más niños a rezar el rosario los sábados a una casa. Para mí era una forma de matar el tiempo y de conocer más niños. Después me mudé de casa y ya no podía frecuentar tal grupo. Empecé a ir a catequesis de confirmación al lado de mi casa, había muchos niños y jóvenes pero sólo nos veíamos ese día y cada uno para casa y lo que ahí estudiábamos no lo vivía. Al finalizar el tiempo de preparación para la confirmación me propusieron entrar en un grupo de jóvenes, al cual asistí con entusiasmo, pero al cabo de un mes lo dejé porque los temas que ahí se trataban eran muy aburridos y yo no entendía nada. En este tiempo en bachillerato e intenté cambiar todo lo que antes había hecho amoldándome el nuevo grupo de amigos, que en algunos campos me llevaron muy lejos de Dios y de mí mismo.