Domingo 28 de mayo
Domingo de Pentecostés
PENTECOSTÉS DEL ESPÍRITU
Tenemos que apresurar en un mundo, adormecido y drogado de increencia, un nuevo Pentecostés. "La mayor necesidad de la Iglesia, decía ya en 1972 Pablo VI, es el Espíritu Santo". Sin el Espíritu de Dios no hay Iglesia ni unión en los creyentes ni lenguas de fuego en los evangelizadores (Hch 2,3). Sin el Espíritu Santo seríamos sólo una asociación de personas más o menos piadosas, pero no Iglesia santa, cuya alma es el Espíritu de Dios. Sin el Espíritu Santo no podríamos reconocer y proclamar a Jesús como Señor (1 Co 12,3b) ni en nuestras vidas ni ante un mundo descreído; ni seríamos hechos hijos de Dios, que pueden clamar ante Él: "Abbá, Papá".
Sin el Espíritu de Jesús no existirían los sacramentos, ni se nos perdonarían los pecados. "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados" (Jn 20,22-23). Tampoco habría el sacramento del amor o la Eucaristía sin la invocación previa del Espíritu de Dios sobre las ofrendas del pan y del vino. Ni habría sacramento del Orden, sin la unción del Espíritu Santo, que sella a unos hombres concretos con el carácter sacerdotal. Sin el sello del Espíritu Santo el matrimonio cristiano no tendría estabilidad ni la gracia santificante y santificadora. Hay diversidad de operaciones de Dios en la vida de los creyentes (1 Co 12,5), pero todas quedan unificadas por el Espíritu.
Sin el Espíritu de Dios la Iglesia no tiene crecimiento ni se usan los carismas, imprescindibles para la edificación eclesial: "Hay diversidad de dones, pero un solo Espíritu" (1 Co 12,4). Sin Espíritu la unidad de la Iglesia se resquebraja: "Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo Cuerpo" (1 Co 12,13). Sin el Espíritu la evangelización se convierte en palabras vacías e infecundas; la Escritura santa no nos desvela sus secretos; no brilla el amor a Dios y a los hermanos ni maduran sus frutos sabrosísimos. Él es la presencia de Dios en nosotros, el dinamismo nuevo que renueva el mundo, la fuerza impetuosa que cambia la misión eclesial en un nuevo y fecundo Pentecostés continuado.
"Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre,
don en tus dones espléndido;
Luz que penetra en las almas;
fuente del mayor consuelo":
danos un nuevo Pentecostés hoy,
con llamas y lenguas de fuego. Amén.
"El Pan de la Palabra dánosle hoy" Ciclo A - Ceferino Santos S.J.