Jueves 23 de junio
Natividad de Juan Bautista
LA MANO DE DIOS ESTABA CON ÉL
Dios es espíritu. Sin embargo, la Escritura Sagrada nos habla de sus manos para indicarnos su acción y su ayuda protectora. Así, Isaías nos dice: "Me escondió en la sombra de sus manos" (Is 49,2), esto es, me mostró su protección. El Evangelio nos dice de Juan el Bautista que "la mano de Dios estaba con él" (Lc 1,68). Dios iba a estar muy presente en la vida de Juan.
El Padre celestial, que alimenta a los pájaros del cielo (Mt 6,26), también cuida de nosotros y nos sostiene con su mano poderosa. Esta protección de Dios no falta nunca a sus fieles, ni siquiera en el momento de la muerte o del martirio. Dios protege a los profetas en su martirio y la mano de Dios sigue estando con Juan Bautista cuando es decapitado (Mc 6,27-29).
Señor: Tu mano protectora estuvo con Juan cuando vino a la vida en la ancianidad de sus padres. Tu mano protectora estaba con él cuando quedó lleno de Espíritu Santo en el seno de su madre (Lc 1,15). Tu mano protectora le acompañó en el momento de su martirio, cuando con él desparecía aquella descendencia humana que Zacarías e Isabel tanto habían deseado.
Tu mano, Señor, estuvo siempre con Juan: en el desierto austero, en la soledad callada, entre la multitud, que acudía a escuchar sus mensajes, entre los enemigos que le acechaban, en el momento de su muerte y su martirio, y más allá de su muerte: ¡no ha habido otro mayor entre los nacidos de mujer! (Mt 11,11).
¡Glorificado seas, Señor, en todos aquellos con quienes está tu mano protectora! (Algunos dicen: ’la mano de Dios me ha abandonado; estoy dejado de su mano’. Se trata de una inexactitud teológica. Dios nunca abandona, aunque nos pruebe. Somos nosotros los que frecuentemente abandonamos a Dios). Señor: confiamos en tu protección. Que en el tiempo y en la eternidad tu mano esté siempre con nosotros. Amén.
"El Pan de la Palabra dánosle hoy" Ciclo C (Ceferino Santos S.J.)