Martes 6 de diciembre
CONSOLAD A MI PUEBLO
Dios Padre siente solicitud por sus hijos perdidos y tristes y envía a su Hijo Jesús para buscar a sus ovejas extraviadas. Hoy ya no es una sola la que está perdida (Mt 18,12); son miles y miles, incontables, y el estado, en que Cristo reencuentra a sus ovejas alejadas, es muchas veces en extremo preocupante.
Existen innumerables desgracias y pruebas, que afligen y entristecen a los hombres. Ante desgracias grandes, como la muerte, el consuelo que ofrece el mundo es limitado parcial y poco duradero. Nuestro Dios nos ofrece su consuelo eficaz, duradero y divino: "Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios" (Is 40,1). Las promesas del Señor son promesas de consuelo profundo y durable: "lo escabroso se allanará" (Is 40,4). Nos fatigaremos mucho menos con el alivio de Dios; "la gloria del Señor se revelará y la verán todos los hombres" (Is 40,5), y esa gloria será nuestro consuelo.
Podremos llorar, porque nuestras vidas se agostan como la hierba de los campos (Is 40,7), pero nos consuela "la palabra de Dios, que permanece para siempre" y nunca pasa (Is 40,8). Nos consuela el brazo poderoso de Dios (Is 40,10), que nos sostiene; nos sosiega la presencia invisible, pero real, de Dios que está aquí y queda (Is 40,9) con nosotros.
Tú nos consuelas, Cristo Buen Pastor, que nos llevas en tus brazos como a tus corderos queridos (Is 40,11) y no quieres que se pierda en el desconsuelo perpetuo ninguno de tus pequeños. Protégenos siempre. Y que tu Madre, consuele y aliente a los más débiles y oprimidos de tu pueblo, para que no los despedacen los lobos sangrientos y despiadados.
"El Pan de la Palabra dánosle hoy" Ciclo C - Ceferino Santos S.J.