Viernes 24 de marzo
Viernes 4ª Semana de Cuaresma
SU HORA...
Los días y las horas de los justos están en las manos amorosas de Dios. Cristo habló de su hora (Jn 7,30). Era la hora de pasar de este mundo al Padre por su muerte redentora (Jn 13,1), fijada también por su Padre y que nadie podría adelantar: "¿No es éste al que tratan de matar?" (Jn 7,26). "Pero nadie le pudo echar mano porque todavía no había llegado su hora" (Jn 7,30).
Esa era la hora solemne de la vida de Cristo; la hora de la salvación para la humanidad. Dijeron los malvados: "Comprobemos cómo es su muerte y el desenlace de su vida; si es justo e Hijo de Dios, Él lo auxiliará" (Sb 2,17). La conjura contra el elegido de Dios sería total: "Lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él" (Sb 2,19). Así sucedió. En la muerte redentora de Jesús, su Padre Dios miró por él, pero no como pensaban los hombres; lo auxilió, pero de un modo extraño en su muerte y más allá de su muerte.
"Es dichoso el fin de los justos, que se glorían de tener por Padre a Dios" (Sb 2,16). Tienen su hora difícil de sumisión martirial, de ofrenda total a Dios, de sufrimiento, de cruz y de muerte; pero Dios los salva, los redime, los cuida, los acoge y les da su felicidad sin límites. Esas horas amargas también son "hora de Dios", que las convierte en bendición y en gozo inacabables.
Danos, Señor, fe, paciencia y paz para vivir, sufrir y gozar Contigo nuestra hora definitiva.
“El Pan de la Palabra dánosle hoy” Ciclo A - Ceferino Santos S.J.