Domingo 17 de septiembre
Domingo 24º del T.O.
VIVIMOS PARA EL PERDÓN
Ningún creyente "vive para sí mismo" (Rm 14,7). Vivimos para el Señor y en la vida y en la muerte somos del Señor (Rm 14,8). El que no vive para sí mismo, vive para el amor de Dios y del prójimo. Es desde dentro del amor crecido de donde brota el perdón. Dios quiere que vivamos también para el perdón. Al fin y al cabo, somos los continuamente perdonados por Dios de nuestra inmensa deuda, porque Él es "compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en piedad" (Sl 102,2).
Si el Señor nos perdona siempre y si somos verdaderamente del Señor, debemos en correspondencia perdonar siempre y continuamente a los demás. El perdón es agradable a los ojos de Dios, porque nos hace parecidos a Él. En cambio, "el furor y la cólera son odiosos" para Dios y para los hombres (Eclo/Si 27,33). Nos recuerda el Señor: "Perdona la ofensa de tu prójimo y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas" (Si/Eclo 28,2).
Cuando Dios nos cura del rencor y del resentimiento, se nos quitan muchas heridas profundas y nos viene la salvación del Señor (Si 28,4). Por el contrario, la falta de perdón nos envenena, nos hace desagradables a nosotros mismos y a los ojos de Dios y de los demás. Al tener compasión de los demás nos hacemos agradables ante Dios (Mt 18,33). Dios tuvo compasión de nosotros, cuando éramos insolventes para pagarle la inmensa deuda de nuestros pecados. Cristo la pagó por nosotros y el Padre canceló nuestras deudas (Mt 18,27).
Padre misericordioso y clemente: gracias por tu perdón generoso y continuado. Tú, Señor, que tienes compasión de los que perdonan, enséñanos a perdonar siempre y a lo Dios a nuestros hermanos. Que perdonemos a todos sin cansarnos hasta setenta veces siete (Mt 18,22). Que así sea.
"El Pan de la Palabra dánosle hoy" Ciclo A - Ceferino Santos S.J.