Martes 26 de septiembre
Martes de la 25ª Semana
HACER FAMILIA CON DIOS
La mayor dignidad del hombre reside en que puede emparentar con Dios y pertenecer a la familia de Dios. "Mi madre y mis hermanos son estos, -dice Cristo-: los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra" (Lc 8,21).
A Cristo no le importa que el hombre sea pobre o ignorante, neo o ilustrado para asociarlo a su familia con rango divino. Basta con que uno esté abierto a su Palabra y a su querer con fe y con amor y que, luego, pongamos en práctica su voluntad santa para que comencemos a vivir de la vida de Dios.
Cristo quiere que todos los hombres pasen a formar parte de su familia divina de hijos de Dios y para esto nos llama a recibir el perdón de los pecados, la Justificación radical, la vida de gracia y el Espíritu Santo de Dios en nosotros: Así hasta que pertenezcamos finalmente a su familia gloriosa y glorificada para siempre.
María, la Madre de Jesús, quiere también vernos como participantes de la familia de su Hijo divino; quiere ser Madre de gracia y de vida eterna con cada uno de nosotros y desea engendrarnos espiritualmente, al pie de la cruz de su Hijo Jesús y con dolor, como hijos suyos en la vida de Dios. Y podríamos ser tan parecidos a María que Jesús podría decirnos: "Estos son mi Madre".
Todos estamos llamados a ser hijos de Dios. Los hijos bien avenidos con sus padres tratan de verles o hablarles con frecuencia. Dios se nos ha hecho cercano para que nos comuniquemos con Él e, incluso hace de nosotros templos suyos para poder vivir con nosotros en amistad. También a los templos materiales Dios los convierte en su Casa. Los hijos fieles frecuentan, sobre todo en los domingos, los templos sagrados para adorar en ellos a su Padre Dios y relacionarse con su Hijo Jesús, nuestro Salvador y nuestro hermano mayor. Los judíos amaban profundamente a su Templo de Jerusalén y en el daban culto a Dios (Esd 6,16). Los cristianos no podemos seguir desertando de nuestros templos si aspiramos a proclamarnos y a ser de verdad hijos de Dios.
Padre celestial: enséñanos a vivir como hijos tuyos, adorándote en tus Templos materiales y humanos y cumpliendo cada día con empeño tu santa y preciosa voluntad. Amén.
"El Pan de la Palabra dánosle hoy" Ciclo A - Ceferino Santos S.J.