
P. Eduardo Toraño, nuevo Asesor Nacional
1-Breve presentación tuya
Soy madrileño, de padres católicos y totalmente entregados al Señor, el quinto de nueve hermanos (justo en medio). Tengo 4 hermanas mayores consagradas a Dios (Esclava de Cristo Rey, Misionera de la Caridad, Cruzada de Santa María y Carmelita Descalza) y 3 hermanos y 1 hermana menores, que viven el matrimonio cristiano y nos han dado, hasta ahora, 12 maravillosos sobrinos. Fui ordenado sacerdote para la Archidiócesis de Madrid en 1997. Antes de entrar al Seminario hice la Licenciatura en Filosofía en la Universidad de Comillas y después de la ordenación fui enviado a la Universidad Gregoriana de Roma para hacer el doctorado en Teología Dogmática, que terminé en 2004 con una tesis doctoral sobre la teología de la gracia. En la actualidad tengo distintos cargos diocesanos: profesor de teología en la Universidad Eclesiástica San Dámaso, director de la librería diocesana, capellán de las Religiosas Teatinas de la Inmaculada Concepción de Madrid y del Colegio Nuestra Señora de la Providencia, asesor espiritual de la RCCE en la Diócesis de Madrid, entre otros. Además, soy miembro y asesor del grupo “Nuevo Templo” de Madrid y acompaño a los ministerios nacionales de jóvenes y de intercesión de la RCCE.
2- ¿Cómo es el servicio de Asesor Nacional? ¿Qué es lo más fácil? ¿ y lo más difícil?
El Asesor Espiritual Nacional es un sacerdote, propuesto por el Equipo Nacional de la RCCE y nombrado por la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, que sirve al Equipo Nacional promoviendo la oración y administrando los sacramentos, fomentando la comunión y la unidad entre todos, velando por la ortodoxia y la ortopraxis e impulsando la apertura al Espíritu para poder discernir y decidir conforme a la voluntad de Dios.
A nivel personal, lo que veo más difícil es compaginar equilibradamente todas las tareas que me han sido encomendadas y, en cuanto a la labor de Asesor Nacional, quizá lo más complejo sea el fomentar que todos nos pongamos a la escucha del Señor, de modo que las decisiones que el equipo tiene que tomar tengan su inspiración en el Espíritu y no en criterios humanos.
Aunque no hay nada fácil, veo más asequible estar disponible para la escucha y el acompañamiento de los miembros del Equipo Nacional.
3-¿Cómo ves la RCC en España respecto a su situación en la Iglesia?
En España, y en Europa en general, creo que la experiencia carismática tal y como se vive en la Renovación no ha tenido tanta aceptación como en otros lugares. Me parece que una de las razones de esta poca acogida es una educación en la fe excesivamente racional, que minusvalora otros aspectos más vivenciales, que tocan lo afectivo y emocional. En este sentido, se sigue poniendo la mirada más en lo externo, viendo a la Renovación bajo el estereotipo ya fijado donde se hacen cosas “raras” a las que no se está habituado, como levantar las manos o hablar en lenguas “extrañas”. De modo que, por el choque que provoca por la educación recibida y las costumbres vividas, se pone en cuestión esta realidad, llevando a la falsa conclusión de que se trata de una experiencia superficial y sentimentalista.
Tengo la impresión de que esta visión reductiva va cambiando progresivamente, gracias a que se va conociendo más. Así, los que la conocen más a fondo terminan siendo testigos de conversiones, sanaciones y, en definitiva, de transformaciones profundas obradas por el Espíritu Santo. Y es que lo principal de la Renovación es la
efusión del Espíritu, cuyos efectos tocan lo más íntimo de la persona transformándola, llevándola a una auténtica conversión, y desde aquí es desde donde brota la alabanza sincera al Padre, el deseo de entrega total a Cristo y la apertura disponible a las inspiraciones del Espíritu Santo, como ya dijo el Beato Pablo VI a los dirigentes de la Renovación. Puede que ayude a esta visión más favorable que todos los Papas, desde Pablo VI hasta Francisco, han apoyado y alentado a la Renovación.
4- ¿Cómo ves el futuro de la RCCE?
Muy esperanzador. La Renovación tiene un papel fundamental en la nueva evangelización, que necesita, como dijo San Juan Pablo II, nuevo ardor y nuevos métodos para evangelizar a una sociedad que ya recibió el Evangelio, pero que se ha alejado de la fe. A la fe no se llega por razonamientos, sino por experiencia, y la oración carismática ofrece una experiencia viva y vibrante de un Dios vivo, que a veces va acompañada de algunos signos carismáticos (profecías, milagros, curaciones, expulsión de demonios), los cuales ayudaron en el tiempo apostólico a que la fe se propagara rápidamente por todo el mundo. En nuestro mundo de hoy, que se consume de dolor y sufrimiento y en el que Satanás ha entrado en el entramado social y cultural, Dios se está manifestando de un modo más explícito, y lo va a hacer aún más, para mostrar su gran amor a aquellos que no lo conocen, a través de signos de curación y de liberación del mal, con el fin de suscitar una fe viva y así restaurar a una humanidad rota.
5-¿Qué necesitamos en la RCCE para seguir creciendo con y para la Iglesia?
Necesitamos vivir en comunión y unidad con la Iglesia y entre nosotros. La obra del diablo es separar y necesitamos orar mucho para que el Señor ilumine el camino de la unidad dentro de la Renovación y con los demás miembros de la Iglesia y de las otras iglesias cristianas.
La Renovación no es propiamente un movimiento eclesial, sino una corriente de gracia del Espíritu que necesita entrar en todas las esferas de la Iglesia, que está siempre necesitada de renovación (Ecclesia semper reformanda). Como método de evangelización y de crecimiento espiritual tenemos los Seminarios de Vida en el Espíritu, que hemos de cuidar, renovar, relanzar y propagar, tal y como el Papa Francisco nos instó en el III Retiro Internacional de Sacerdotes. Además, estamos llamados a contagiar a toda la Iglesia el vivir en alabanza y adoración, como actitudes básicas del cristiano y como modos de oración de gratuidad. En este sentido, aprecio que esta sensibilidad va creciendo en el seno de la Iglesia.
6- ¿Quieres decirle algo a los grupos de la RCCE para esta nueva etapa que hemos comenzado?
Estamos en un tiempo nuevo. La celebración del jubileo de oro nos ha llevado a volver la mirada hacia los orígenes, y desde el recorrido de estos 50 años hemos de dejarnos hacer y conducir por el Espíritu, con la espontaneidad, fuerza y vitalidad de los inicios, y con la madurez de lo ya vivido.
El Señor nos invita a revisarnos en profundidad, tanto a nivel personal como comunitario. Nos llama a esa conversión profunda que conlleva siempre una apertura nueva al Espíritu, de modo que dejemos de poner obstáculos a su acción. Puede que haya personas y grupos que estén cansados o decepcionados. Es fácil dejarse llevar por la rutina e instalarse en ella, de modo que los grupos y sus miembros no crecen ni tienen un celo apostólico que suscite que otros se interesen por vivir esta misma experiencia. El Señor nos invita a desinstalarnos y estar dispuestos a dejar nuestros
criterios, formas, modos, costumbres… necesitamos estar completamente abiertos para que Dios se manifieste.
Resumiría lo dicho en cuatro palabras: fe, conversión, entrega y compromiso. Vivir de una fe carismática que supere las dificultades y tentaciones que nos desaniman. Aceptar que es necesaria una conversión continua en la que el Señor nos va purificando y podando para que demos los frutos que Él quiere. Entregarnos completamente, con generosidad y sin reservas cada uno desde su situación y posibilidades. De aquí brota el compromiso, como servicio concreto a Dios y a los hermanos.
7.- Un santo:
No sabría decidirme por uno. Me seducen todos los que se han entregado totalmente a Dios sin reservas, especialmente los mártires.
8- Una cita bíblica:
Me inclino por Ageo 2, donde el Señor por medio del profeta invita al pueblo, que vuelve del destierro, a reconstruir el Templo, sin miedo, “manos a la obra”. Dios quiere reconstruir al hombre y a la Iglesia, que son templo del Espíritu, y para eso pide a la Renovación que por la acción del Espíritu Santo se ponga en marcha para levantar al caído y restaurar lo demolido.
9- Un momento espiritual especial vivido en la RCCE
Sin duda el momento más fuerte que recuerdo fue la Pascua de jóvenes de Zona centro en 2006 en Torrelaguna, donde fui con la pretensión de ayudar como sacerdote y fue el Señor el que salió a mi encuentro para entrar hasta lo más profundo de mi alma. Era una de mis primeras experiencias en la Renovación y ahí pude experimentar un paso importante de Dios para sanar mi corazón, después de entregarle, en la oración de la unción de Betania, aquello que era “lo más valioso para mí” y de lo que me costaba mucho desprenderme. Ahí recibí una gracia especial, donde, después de llorar mucho, experimenté una gran alegría y libertad interior.
(La entrevista al P. Eduardo Toraño en la revista Nuevo Pentecostés)