“¡Hemos visto al Señor!” (Jn. 20, 18)
Del 8 al 13 de julio de 2018, un grupo de unos 72 sacerdotes, 2 diáconos y un seminarista nos reunimos en la Casa de Ejercicios “Cristo Rey”, en Pozuelo de Alarcón (Madrid), para tener nuestra Retiro anual, convocados por el Servicio Nacional de Sacerdotes de la Renovación Carismática Católica en España. Nuestro retiro nos lo dirigió el P. José Eugenio Hoyos, predicador de la Asamblea Nacional, y tenía como lema: “He visto al Señor!” (Jn. 20, 18).
Un grupo numeroso de hermanos sacerdotes era la primera vez que acudía a un encuentro de este tipo que “rompe” con el clásico retiro sacerdotal, en donde desborda la Presencia de un Dios vivo, la alegría, la música y el amor fraterno de todos los que se reservan esta semana para venir desde toda la geografía española para estar con Él y con los hermanos y compartir nuestras vidas de sacerdotes. Desde el primer momento, fuimos uno y ésta fue la primera acción del Espíritu Santo.
El P. José Eugenio Hoyos centró los dos primeros días del Retiro en la búsqueda de Dios, desde la realidad humana en la que cada uno se encuentra, y en la alegría del Espíritu Santo que debe configurar nuestro ser y vida sacerdotal. ¡Somos sacerdotes alegres del Espíritu Santo! Como a María Magdalena, también el Señor pronunció nuestro nombre y esta declaración de amor del Señor cambió su vida. La hace Dios con nosotros cada día. Desde ahí, debemos llenar nuestra vida de la alegría del Resucitado y del Espíritu para promover una verdadera cultura de Pentecostés. Para ello, teniendo como referencia el diálogo de Jesús con Nicodemo, ¡hemos de nacer de nuevo cada día en el Espíritu de Dios! No estamos solos, a pesar de las diferentes situaciones que vivimos durante el año, dispersos por todos nuestros pueblos y ciudades. Él está con nosotros y nos hace ser un pueblo precioso de sacerdotes. Y una llamada fuerte a no tener miedo de ser carismáticos. Este don, que lo recibimos gratis, gratuitamente hemos de llevarlo. Lo necesitan nuestras comunidades.
El tercer y cuarto día se centraron en el ministerio de la liberación y en el de sanación interior, también las nuestras. Vivimos momentos de Gracia increíbles en las Eucaristías y en las Adoraciones de las noches del martes y miércoles. El Señor pasó con Misericordia fuerte y muchos experimentamos liberación de ciertas ataduras que nos quitan libertad y alegría interior y sanación de importantes heridas que llevamos en el ejercicio de nuestro ministerio sacerdotal en vasijas de barro. Los encuentros de Jesús con el paralítico que llevaban cuatro amigos en una camilla, con el leproso que le pide sanación y con el centurión marcaron estos días “¡Que se haga conforme a tu fe!” Mt. 8, 13.
El último día fue una nueva Efusión del Espíritu Santo recibida con una alegría inmensa. Así nos despedimos con un sacerdocio renovado y alegre en el Espíritu.
A ello contribuyó el buen hacer del Servicio Nacional de Sacerdotes de RCCE, que en familia llevaron el ministerio de alabanza y de música; las hermanas de intercesión que vinieron cada día a ejercer este ministerio bellísimo y tan sanador para nosotros y también la buena disponibilidad de la Casa de Ejercicios que tanto facilita esos días.
El lema del Retiro era “¡He visto al Señor!” (Jn. 20, 18); en realidad, “¡Hemos visto al Señor!” porque fue una experiencia de todos guiados por el P. Hoyos que nos condujo admirablemente con su alegría y profundidad al Misterio de Dios que hace nuevas todas las cosas casa día; lo hizo con nosotros y estamos muy alegres en Él.
Fco. Javier Ramírez de Nicolás
Asesor RCCE Osma-Soria
“Estamos bendecidos, encendidos, sanados y en victoria”.
Con estas palabras del padre predicador, D. José Eugenio Hoyos, empezábamos el retiro Nacional de la RCCE para sacerdotes.
Algunos de nosotros veníamos de la Asamblea Nacional, donde verdaderamente pudimos sentir el amor, la cura y la liberación de parte de Dios.
Para mi este retiro de sacerdotes fue una experiencia nueva. Llena de la presencia del Espíritu Santo. Un ambiente de alegría y de comunión. Cada hermano, expresando y testimoniando su sacerdocio, sus vivencias, sus caídas y desafíos, reflejaba un camino de lucha y de amor a la Iglesia.
Tuvimos la gracia de poder contar con una familia que nos acompañó en todo, especialmente en el ministerio de música. Todos muy atentos y fraternos. Fueron momentos muy intensos de alabanza y adoración.
Me ha venido muy fuerte en el corazón las ganas de predicar a un Cristo vivo, cercano, sanador, que primero nos libera de los miedos y de las ataduras demoníacas y luego nos inunda de su presencia para poder salir al mundo. Nada lo podemos hacer sin Él. Nuestro corazón debe estar unido por completo a Él.
La experiencia más fuerte que he vivido en este retiro para sacerdotes fue con relación al mismo Jesús. Y todo empieza en una eucaristía de la Asamblea. Allí estaba presidiendo el padre Eduardo Toraño y en un momento sentí como Jesús descendía hacia nosotros con los brazos abiertos, vestido de blanco y oro, con mucha luz. Su presencia nos inundaba a todos. Lo llenaba todo. Es ahí donde escucho en mi corazón con mucha fuerza. “Vengo a traeros mi paz, en mi seréis liberados, mi amor romperá todas vuestras ataduras”. Con el corazón lleno de gozo solamente me nacían ganas de adorar, de arrodillarme en su presencia, de abrazarlo.
En esta fuerte presencia de Jesús terminábamos la Asamblea despidiendo a nuestra gente que volvía a Asturias. Allí el Padre Celestino y yo nos preparábamos ya para ir al retiro.
Cuando llegamos a la casa de Cristo Rey, en Pozuelo, donde íbamos a hacer el retiro, lo primero que hice fue saludar al Señor en la capilla. Cuando entro, me llevo una gran sorpresa: ¡El Cristo que presidía el altar, estaba con las manos abiertas, vestido de blanco y un fondo dorado! Caí de rodillas sabiendo que aquellas palabras que resonaron muy fuerte en mi corazón se harían realidad en mis hermanos y en mí, porque esa era la voluntad de Dios.
BENDECIDOS por tanto amor derramado. Las experiencias, a medida que pasaban los días, iba creciendo. El gozo, la alegría, el vivir en el Espíritu, la comunión entre hermanos. Todo favorecía a un encuentro personal con Jesús. Bendecidos por saber que no estamos solos, que juntos podemos encender el fuego del amor de Dios.
ENCENDIDOS, pues la luz que irradiamos ya no es la que llevábamos por nuestras superficialidades, sino la del propio Jesús. Él es la luz del mundo y nosotros participamos de su sacerdocio. ¡Podemos repetir con alegría que no somos nosotros los que vivimos, es Cristo que vive en nuestras vidas para la mayor Gloria de Dios!.
SANADOS de todo pecado, de ataduras del maligno, de opresiones. Dispuestos a vivir un camino de lucha, de entrega, de desafíos. No podemos llevar la sanación de Dios si nosotros estamos enfermos y debilitados. Este camino se batalla a los pies de la Cruz. Sanados para sanar. Amados para amar. Libres para liberar. Dios quiere hacer grandes cosas en nosotros.
Y EN VICTORIA SIEMPRE, porque Cristo ha vencido a la muerte. Nos ha sacados de nuestros sepulcros. Nos ha despertado del sueño anestesiado del pecado y de la pereza. Hay que seguir luchando, hay que seguir amando, y sobre todo permanecer para ser. La victoria se manifiesta cuando se persevera en todo. Cuando unidos entre hermanos encendemos el FUEGO de Dios.
Creo que todo sacerdote debe vivir esta experiencia de amor de Dios. Un encuentro real y no de conceptos y de leyes abstractas. Una experiencia de Sanación y liberación profunda.
Que Dios nos siga bendiciendo.
Gracias RCCE y todo el equipo que formáis parte de esta familia.
P. César Gustavo Acuña de Asturias
Del 8 al 13 del pasado mes de julio tuvo lugar el retiro nacional para sacerdotes, en el que nos dimos cita más de 70 sacerdotes venidos de los diversos puntos de la geografía española. Bajo el lema “Hemos visto al Señor” (Jn 20,18), fueron transcurriendo los días, las oraciones de alabanza, las adoraciones al Santísimo, las enseñanzas, los laudes, todo en un clima de convivencia fraterna. Contamos para ello con la ayuda del P. José Eugenio Hoyos, que acababa de estar predicando también en la asamblea nacional.
Por mi parte, era la segunda vez que acudía a este retiro. La primera había venido con otros dos sacerdotes de mi diócesis de Zamora, pero esta vez no pudimos venir todos y me lancé a la aventura de hacer la experiencia yo solo. Me apunté al retiro casi sin posibilidades para que me cogieran. De hecho cuando llamé a Begoña, responsable de sacerdotes, ella estaba en la Asamblea Nacional. Me dijo que había alguna plaza libre todavía y que estaba segura de que el Señor quería que fuera para mí.
Y, ciertamente, el Señor nunca defrauda. Han sido unos días para disfrutar, para renovar, para alabar, para bendecir, para sanar, para pedir. El P. Hoyos nos ha hablado de cosas muy interesantes, como la oración de sanación y de liberación y la necesidad de poner el poder que nos ha entregado Cristo al servicio del pueblo. Es verdad, muchas veces los sacerdotes preferimos quedarnos en los esquemas preestablecidos y no arriesgar por el miedo al qué dirán, tanto nuestros superiores como la gente. El P. Hoyos nos invitaba también a no ser rígidos, a dejar que el Espíritu Santo fluya a través de nosotros, a acercar el Santísimo a la gente a través de las adoraciones. En definitiva, a cambiar nuestra vieja forma de entender el ministerio sacerdotal.
Yo doy gracias a nuestro Dios porque me ha regalado tres grandes gracias en este retiro. La primera el don de las lágrimas en las adoraciones, poder ver mi pequeñez, poder llorar mis pecados y abandonarme solo en Él. La segunda el regalo de la confesión, entregar mis pecados a Cristo y sentir como Él me los devuelve transformados en amor misericordioso. La tercera, la oración de intercesión, porque en la oración que las hermanas hicieron por mí he descubierto qué grande es el amor de Dios por mí y cómo me ha dado también a su Madre, la Virgen María, para que sea fiel en el camino del sacerdocio.
Bendigo a Dios por esta corriente de gracia que es la Renovación y porque Él os ha puesto en el camino para poder alabarle y bendecirle y así ir sanando las heridas y que éstas se transfiguren con la luz de la resurrección. ¡Dios os bendiga!
P. José Alberto Sutil Lorenzo (Zamora)
“¡Hemos visto al Señor!” (Jn. 20, 18)
Del 8 al 13 de julio de 2018, un grupo de unos 72 sacerdotes, 2 diáconos y un seminarista nos reunimos en la Casa de Ejercicios “Cristo Rey”, en Pozuelo de Alarcón (Madrid), para tener nuestra Retiro anual, convocados por el Servicio Nacional de Sacerdotes de la Renovación Carismática Católica en España. Nuestro retiro nos lo dirigió el P. José Eugenio Hoyos, predicador de la Asamblea Nacional, y tenía como lema: “He visto al Señor!” (Jn. 20, 18).
Un grupo numeroso de hermanos sacerdotes era la primera vez que acudía a un encuentro de este tipo que “rompe” con el clásico retiro sacerdotal, en donde desborda la Presencia de un Dios vivo, la alegría, la música y el amor fraterno de todos los que se reservan esta semana para venir desde toda la geografía española para estar con Él y con los hermanos y compartir nuestras vidas de sacerdotes. Desde el primer momento, fuimos uno y ésta fue la primera acción del Espíritu Santo.
El P. José Eugenio Hoyos centró los dos primeros días del Retiro en la búsqueda de Dios, desde la realidad humana en la que cada uno se encuentra, y en la alegría del Espíritu Santo que debe configurar nuestro ser y vida sacerdotal. ¡Somos sacerdotes alegres del Espíritu Santo! Como a María Magdalena, también el Señor pronunció nuestro nombre y esta declaración de amor del Señor cambió su vida. La hace Dios con nosotros cada día. Desde ahí, debemos llenar nuestra vida de la alegría del Resucitado y del Espíritu para promover una verdadera cultura de Pentecostés. Para ello, teniendo como referencia el diálogo de Jesús con Nicodemo, ¡hemos de nacer de nuevo cada día en el Espíritu de Dios! No estamos solos, a pesar de las diferentes situaciones que vivimos durante el año, dispersos por todos nuestros pueblos y ciudades. Él está con nosotros y nos hace ser un pueblo precioso de sacerdotes. Y una llamada fuerte a no tener miedo de ser carismáticos. Este don, que lo recibimos gratis, gratuitamente hemos de llevarlo. Lo necesitan nuestras comunidades.
El tercer y cuarto día se centraron en el ministerio de la liberación y en el de sanación interior, también las nuestras. Vivimos momentos de Gracia increíbles en las Eucaristías y en las Adoraciones de las noches del martes y miércoles. El Señor pasó con Misericordia fuerte y muchos experimentamos liberación de ciertas ataduras que nos quitan libertad y alegría interior y sanación de importantes heridas que llevamos en el ejercicio de nuestro ministerio sacerdotal en vasijas de barro. Los encuentros de Jesús con el paralítico que llevaban cuatro amigos en una camilla, con el leproso que le pide sanación y con el centurión marcaron estos días “¡Que se haga conforme a tu fe!” Mt. 8, 13.
El último día fue una nueva Efusión del Espíritu Santo recibida con una alegría inmensa. Así nos despedimos con un sacerdocio renovado y alegre en el Espíritu.
A ello contribuyó el buen hacer del Servicio Nacional de Sacerdotes de RCCE, que en familia llevaron el ministerio de alabanza y de música; las hermanas de intercesión que vinieron cada día a ejercer este ministerio bellísimo y tan sanador para nosotros y también la buena disponibilidad de la Casa de Ejercicios que tanto facilita esos días.
El lema del Retiro era “¡He visto al Señor!” (Jn. 20, 18); en realidad, “¡Hemos visto al Señor!” porque fue una experiencia de todos guiados por el P. Hoyos que nos condujo admirablemente con su alegría y profundidad al Misterio de Dios que hace nuevas todas las cosas casa día; lo hizo con nosotros y estamos muy alegres en Él.
Fco. Javier Ramírez de Nicolás
Asesor RCCE Osma-Soria